¡Oh tu que añoras el Nayd y a Granada, el Nayd y su río sigue allí.
Detente en la Sabika y mira desde su explanada:
la ciudad es la esposa que se muestra al monte, su marido
Se ciñe con el cinturón del río y sus flores sonríen
como alhajas en su garganta.
Los ojos de los narcisos brillan con las gotas de rocío.
que parecen lágrimas.
Las margaritas sonríen con sus flores
y besas a las rosas, sus vecinas.
Es como si las flores, mágicamente, tuviesen en sus
pétalos, monedas de oro que el suave céfiro recoge.
Mira a los árboles frondosos y a los riachuelos que
los rodean como si las acequias fuesen coperos
que sirven a los invitados.
El río es más bello que la Vía láctea, pues se enriquece con sus burbujas
de perlas que centellean.
El Nayd le da de beber con sus nubes blancas que
hacen fluir sus aguas.
La Sabika es una corona sobre sus cabellos a que
le gustaría adornarse con perlas, pero su Alhambra
es un jacinto que se eleva sobre esta corona.
Las lunas coronan estas diademas como
aljófares de color gris.
Pero envidian a la corona de la Sabika cuando ven
las flores que resplandecen de belleza.
El brillo de estos palacios hacen empalidecer a las estrellas que son los
palacios de las alturas.
Extraído de: "LA ALHAMBRA bajo la media luna" de L. Benavides-Barajas - Editorial Dulcinea.
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