Amigos ¿qué tiene el desierto
que se ha impregnado de perfume?
¿qué tienen las cabezas de los jinetes
que caen desfallecidas como ebrias?
¿se ha desmenuzado el almizcle
en el camino del céfiro
o alguien ha pronunciado el nombre de Valencia?.
Amigos, deteneos conmigo
pues hablar de ella trae la frescura
del agua a las entrañas ardientes.
Deteneos de grado y calmad vuestra sed
pues es seguro que vendrá la lluvia
y regará la Russafa y el Puente.
Es mi patria, y allí, siendo polluelo
se encañonaron de plumas mis alas,
y su solar me abrigó como nido.
Inicio de una dulce vida
en las primicias de la mocedad
¡Nunca permita Dios que olvide
que me sedujo cuando era joven!
Allí vestimos la túnica de la juventud,
y ahora estamos desnudos de sus adornos
aunque ella siga engalanada.
¡Ay morada de nuestra edad primera!
¿Cómo nos hemos alejado
de aquella juventud y de aquel tiempo?
¿ay querida región cuyo recuerdo
no se presenta en mis entrañas
sin que derrame lágrimas rojas!
¿Acaso ser la patria de un muchacho
le obliga a amarla mientras viva?.
No hay otra tierra como esta, llena de almizcle
donde el céfiro colma sus odres de perfume;
llena de plantas, cuyas flores son plata y oro
en las mejillas de la tierra,
y riachuelos, taraceas de la Vía Láctea,
que cubren sus orillas de entretejidas flores.
Bella como lo mejor de una vida que fue dulce
alegre como lo más hermoso
de una juventud que ya pasó.
Dicen: El Paraíso nos describes
– ¿y cómo podrá ser el Paraíso
en otro mundo? – les contesto.
Valencia es esa esmeralda
por donde corre un río de perlas
Es una novia cuya belleza
Dios ha creado para darle luego
la juventud eterna
En Valencia es constante el fulgor de la mañana
pues el sol juega con el mar y la Albufera.
Los soplos de los vientos apedrean
a las estrellas con sus flores
y por temor ningún demonio se acerca a ella.
Aunque la mano de la separación
haya extendido entre nosotros
distancias que el viajero tarda un mes
en recorrer, Valencia sigue siendo
la perla blanca que me alumbra
por donde quiera que vaya.
¿Quién por su brillo se asemeja más a la luna?
Lugares ya lejanos, cuando pienso en ellos
pienso que ya pasó lo más dulce de la vida.
Amigos, voy a ella porque es la patria armada,
ante la cual humillo el pecho.
No aparté de ella mis pasos, abandonándola
– si fuera así, que mis sandalias
no vuelvan a besar sus verdes prados -;
fue el respeto a una tierra de hombres libres
y jóvenes valientes lo que me alejó de ella;
pero si acabaron sus días,
¿como voy a quejarme del destino?.
Dormidos en el seno de la tierra,
la muerte alzó sobre ellos sus tiendas grises.
Pasaron, y unos son estrellas fugaces,
pues Dios no quiso hacer con ellos constelaciones,
y otros los aventajan cuando quieren,
adelantando sin esfuerzo
a los nobles y frescos caballeros.
Todos te recibían con agrado
e inteligente conversación,
y, al extinguirse sus vidas, se portaron
como la luna que se oculta en novilunio.
Esta es la gloria de estos hombres únicos
cuya fama creció entre las criaturas.
Su pérdida afligió a mis ojos y a mis entrañas,
me hizo derramar lágrimas y encendió estas brasas.
Es tanta la tristeza por haberme alejado
de ellos, que no encuentro quien me alegre
ni mi pena distraiga.
Cuando pregunto a los viajeros esperando
buenas noticias, me las dan malas;
si les cuento las cosas agradables
que conocí entonces, me hablan
de algo que me atormenta:
el rostro de un amigo ya perdido
que habita en el alcázar de su tumba.
Brillante cual la aurora, yo gozaba
contemplando el fulgor de su semblante
como el insomne que saluda al alba.
Era un muchacho de cumplida largueza,
generoso en la escasez y en la abundancia.
Entre las lanzas y la pluma movía
sus dedos desenvueltos como claras nubes.
Alto y flexible, parecía el asta
de una morena lanza.
Radiante en sus acciones se mostraba
más brillante que el sol en el crepúsculo.
¿Puede haber buen augurio lejos de su tumba
para quien en los bordes del sepulcro
humedeció sus párpados?
Las noches han cerrado sus pliegues
y me han privado de firmeza y de paciencia.
¡No retenga su riego el llanto de la nube
que ve la boca sonriente de las flores!
No invoco ahora a la nube para excusar mis lágrimas,
mas tengo que excusarme
por haberme alejado de su lado.
Extraído de: "ar-Rusäfï de Valencia POEMAS" Teresa Garulo- poesía Hiperbión.
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