«Dentro de este patrimonio (hispanomusulmán), la música andalusí, dadas sus características, es un hecho cultural imprescindible para el conocimiento de la civilización árabo-islámica en su rama hispano-árabe”
(CORTES GARCIA, 1996). E
El origen de la dolçaina es el oboe, instrumento que en determinadas circunstancias y zonas, fueron transformando hasta llegar a lo que ahora conocemos como dulzaina. El oboe nace en Mesopotamia y en el Norte de África hasta llegar a Madagascar. Podemos decir que tanto en Asia, como en África, hay indicios de conocimiento del oboe en sus diversas formas. Por ejemplo, los oboes de Egipto eran de doble tubo, se encuentran en pinturas sepulcrales sobre el siglo XV a. C. Se usaban siempre de dos en dos, es decir simultáneamente, aunque no estaban ligados entre sí.
La dolçaina estuvo en peligro de desaparecer al inicio de la Edad Media debido a que los pueblos nórdicos traían sus propios instrumentos, preferentemente trompas. Sin embargo, fue recuperada y perpetuada por los árabes y los hispanomusulmanes durante el periodo andalusí. Su nombre, dulzaina, proviene del árabe al-zurna.
Los árabes, también trajeron con ellos en el siglo VIII, otros instrumentos de viento emparentados con las dolçainas: albogues y albokas (del árabe al-bûq, «el cuerno»), la ajabeba de al-shabbaba (otra flauta dulce), el añafil de al-nafir, la gaita de al ghaita (otro tipo de trompeta), porque, en lo concerniente a la vida cultural andalusí, la música, el canto, los instrumentos, la danza y los cantores (de ambos géneros) eran una realidad cotidiana.
Tampoco podemos olvidar la relevancia del sufismo en al-Andalus y su relación con la música. Ibn al-Jatib cita la consideración hacia las cofradías místicas y los sufíes en tierras granadinas por parte de los estamentos gubernamentales y relata que el ceremonial del incienso para purificar la sala de la celebración, continuaba con el sonido de la dulzaina (al-mizmar). Aunque, la utilización de este aerófono tipo oboe, no era el más habitual en los rituales sufíes, ya que el más característico en las sesiones de al-sama’ era la flauta de caña (al-nay). Muchas de aquellas composiciones de la tradición culta andalusí se interpretan en los actuales repertorios de las nawbas magrebíes y en las cofradías.
Como ya hemos aclarado anteriormente, la dolçaina, es reintroducida por los musulmanes en Al-Ándalus. Esto explica que durante un largo periodo de tiempo, solo se encuentren dulzainas en el sur, citadas en los textos con variantes arábigas del vocablo zolami, muy común en los escritos musicales de Al-Ándalus. El primer nombre de la dulzaina en textos castellanos fue el de albogue, documentado en el Libro de Alexandre (siglo XIII), y posteriormente aparece en el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita y en el Quijote de Miguel de Cervantes, ya con el nombre de chirimía, o con los de dulzaina y albogue.
«….En esto de las campanas anda muy impropio Maese Pedro, porque entre moros no se usan campanas, sino atabales, y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías.»
El Quijote, Miguel de Cervantes.
De hecho, la dolçaina valenciana es conocida también por el nombre de xirimita. En las comarcas del sur dicen xirimita al instrumento y xirimiter a la persona que hace uso de él.
En el inventario organográfico de Felipe II, se encuentra registrada una dulzaina grande de madera guarnecida de latón. En esa misma época ya había dulzainas simples y dulzainas con llaves. Las dulzainas simples constaban de nueve sonidos y las dulzainas de llaves sobre doce aproximadamente
A partir del siglo XVIII, su presencia será constante y perdurable en todo el folclore español. Las primeras dulzainas eran más largas que las actuales, llegando a medir 50 ó 60 cm, frente a los 30-40 cm habituales.
En el Diccionario de Autoridades de la Real Academia, publicado en 1726, se dice que la dulzaina es «…à manera de trompetilla, úsase en las fiestas principales para bailar. Usaron mucho los moros deste género de instrumento.»
La dolçaina ha de ser de madera compacta y resistente. Antiguamente se construían de madera de algarrobo borde, pero ahora se han encontrado otras maderas que tienen mayor sonoridad. La dulzaina hace pareja con el tabalet o tabal, y ambos instrumentos son suficientes para amenizar musicalmente cualquier fiesta en la calle.
Este instrumento, el tabalet o tabal, coge su nombre del árabe hispánico aṭṭabál y este del árabe clásico ṭabl por lo que se intuye que el instrumento es de origen árabe. La palabra atabal hace referencia a los timbales y a los tambores pequeños.
El tabalet es un tambor más alto de lo normal, de unos 20 cm., y de un diámetro de 30 cm. aproximadamente que va tensado por cuerdas laterales y suele ir adornado de un bordón que permite llevarlo como mochila. Hay tabalets de muchas medidas y cualquier niño puede empezar aprendiendo canciones y ritmos con el tabal.
El tabalet o tabal es el instrumento de percusión que siempre acompaña a la dolçaina. Los dos instrumentos son complementarios, no solamente en la Comunidad Valenciana sino también en otros lugares donde existe la dolçaina, si bien en algunos sitios el tabal se sustituye por la caja (Castilla) o por un tabal más grande (Turquía).
Carme Barceló ha recogido numerosos testigos de los juicios de la Inquisición contra valencianos y valencianas cristianas y musulmanas acusadas de «tocar música a la morisca» con dulzainas, laúdes y tabales.
El tabalet y la dolçaina también existen en Marruecos, principalmente en el norte, mucho más en la zona norteña denominada Djebala. A la dolçaina marroquí allí se le llama «ghaita» (o rhaita, es un sonido uvular sonoro fricativo), mide unos 40 cm de largo y cuenta con diez agujeros. Y al tabalet se le denomina «tabl». Son pues el «ghaita» y el » ṭabl» y se utilizan para acompañar los cantos populares.
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