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No siempre conocemos la historia a través de la arqueología, los escritos de los historiadores o las crónicas oficiales. A menudo, importantísimos detalles de la vida cotidiana son conocidos a través de escritos personales, cartas, etc. Este sería el caso del texto recogido por Ramón de Cardeona, seguramente entre las ruinas de Alcalá en el último combate contra al-Zaraq. Solo se conservan algunos fragmentos. Parece un diario en el que Ibn Zaid, un campesino del siglo XIII nacido en Museros, una alquería cercana a Valencia/Balansiya, va escribiendo sus impresiones sobre la vida en el reino musulmán de Valencia hasta que muere defendiendo Alcalá frente a las tropas de Jaime I.
«Un día a la semana había que acarrear madera y agua para el abastecimiento de la Alquería. Otras veces había que hacer guardia o reparar la torre, las barreras o el albacar, no podíamos descuidar las defensas ya que los cristianos desde los castillos del norte organizaban correrías, quemaban los campos. Este trabajos en común lo hacíamos todos excepto los que podían pagar por no hacerlo».»…Mi casa estaba situada en el oeste de la torre, un poco apartada del resto, en un altillo. Allí había espacio suficiente para el horno en el que mi padre cocía las piezas, el mismo que utilizo yo ahora para mi trabajo de alfarero. Resultaba peligrosa por estar situada en el extremo de las barreras y un tanto alejada del albacar, pero en cambio, había tranquilidad para moldear, cocer, pensar, imaginar…»
Han pasado los años
«…Por los mercaderes que se acercaban a la Alquería y los recuerdos de la visita de un hermano de mi madre, conocía la belleza de las ciudades, sabía que en los reinos de al-Andalus había ciudades grandes, hermosas…».»…Yo solo había viajado a Paterna y a Manises en mis tiempos de aprendiz y había estado una vez en la Manida al-Turab acompañando a mi madre en una feria; pero sabía de la existencia de Córdoba, Granada… Eran ciudades ciudades rodeadas de murallas, con hermosas casas de patios interiores y, sobre todo, la Mezquita Mayor, en Córdoba …Algún día la vería…».
En efecto, después parece que viajó a Granada.
«… No había visto nunca un mercado como este de Granada. Hay hermosos tejidos, alfombras (alguna de ellas me recuerda la que mi madre conservaba diciendo que había pertenecido a sus antepasados en África), túnicas, sedas, cajitas de plata …Era especialmente atrayente sentarse a charlar con el alfarero más viejo que, casi ciego, relataba leyendas del desierto mientras sus manos seguían moldeando la arcilla a la puerta del taller…»
Volvió a la Alquería, pero encontró algunas cosas cambiadas.
«… Mi vecino me ha pedido trabajar conmigo ya que él ha perdido sus tierras. Ciertamente, el impuesto es cada vez más elevado, él no pudo pagar y ahora el señor del rahal del norte es el dueño de sus tierras»»…Menudean las cabalgadas y correrías de los cristianos, queman los campos, asaltan las alquerías. Cada vez estamos más inseguros, cada vez es más difícil la vida»»…Hace dos días que los catalanes están sitiando la torre de Montcada, es urgente hacer algo, estamos demasiado cerca; si Montcada cae, nosotros no resistiremos más de un día».»…Así fue, El Consejo de Ancianos decidió que las mujeres, los niños y la mayoría de los hombres irían a refugiarse a la Medinat al Turab. Yo era uno de los encargados del viaje. En la alquería sólo quedaron sesenta voluntarios que la defenderían hasta la muerte. ¿Qué eran sesenta campesinos frente a los caballeros cristianos cuyo oficio era hacer la guerra?»
Ya han llegado a la Madinat al Turab
«… En la Madinat resulta difícil vivir, muchas personas se han refugiado en ella y escasea la comida, pero sobre todo las casas. Yo he pasado varias noches durmiendo en la plaza del Almudín hasta que me hice amigo de un alfarero de la calle Alta que me tomó como ayudante y me dejó vivir en su casa…»»… He oído decir que los cristianos han llegado ya a la torre de Ruzafa, que se han tenido que rendir y que han quemado otra torre con sus defensores dentro…»»… Está claro que no podemos resistir, el cerco de los cristianos es duro, han ido cayendo las torres que cubrían el camino hacia la Madinat al Turab, ha fallado la ayuda que venía de Túnez, han sucumbido las alquerías de los alrededores, Ruzafa, Almunia… No podemos aguantar y Zayyan lo sabe. Se murmura por la ciudad que le ha ofrecido la rendición al rey infiel a cambio de que nos deje salir a los que queramos hacia Daniya. ¿Qué será ahora de la ciudad, de la huerta, de nosotros?…».
«… Nos humillaron, nos maltrataron como sólo los vencedores saben hacerlo cuando se saben con las armas en la mano. Desde el tercer día violaron a las mujeres, se quedaron con nuestros bienes, saquearon nuestras casas… De poco valió que su rey Jaume I prometiera a Zayyan respetar nuestras personas y enseres. Todas las noches, los caballeros cristianos galopan ebrios de vino por las calles de la Madinat en busca de un botín que satisfaga su insaciable sed de conquista…»
«… Por fin nos hemos reunido y hecho frente al invasor infiel, al-Azraq es nuestro jefe guerrero; todo el valle lucha frente a la ocupación cristiana; cada día somos más. Vamos reconquistando alquerías, torres, Penáguila, Peñacadell.. Avanzamos y recobramos la confianza en nosotros mismos.»
Pero las tropas cristianas son numerosas y al cabo del tiempo, en Alcalá.
«…La madrugada se va levantando fría pero limpia de nubes. Aquí encaramado en esta torre del castillo, puedo ver a través de las saeteras cómo, muy de mañana, los arqueros y ballesteros cristianos se han ido acercando, una vez más, a los muros, protegidos tras sus parapetos con ruedas. Una nube de dardos y flechas repiquetean en los muros, se cuela por las aberturas, hiere, de cuando en cuando, a algún combatiente».
«Los gruesos proyectiles de piedra lanzados por las catapultas golpean los muros y se llevan por delante las almenas y sus defensores.»
«Estoy rodeado de heridos y muertos, hay una espesa nube de humo y polvo que lo envuelve todo, los gemidos se entremezclan con el estruendo y las voces de mando de los oficiales que caminan de aquí para allá, encima de mi cabeza, sobre el techo de madera del segundo piso, estoy viejo y ya no sirvo para combatir, dentro de poco los cristianos darán el asalto final y todo habrá terminado.»
Trabajo de José A. Antón Valero, Anna Ros, con la colaboración de Albert Sansano «LOS MUSULMADE DE BALANSIYA. Ibn Zaid, un campesino del siglo XII» .
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