La Valencia andalusí conoció su mayor esplendor en el siglo XI, durante el reinado de ‘Abd al-Aziz ibn Amir, señor de la Taifa valenciana y constructor de su suntuosa y renombrada almunia (del ár. hisp. almúnya, y este del ár. clás. munyah ‘deseo’).
En la época andalusí, el ideal de todo distinguido hispano-musulmán era tener una almunia cerca de la ciudad (casa de recreo con su bello jardín para su propio disfrute),
Cuando el califato omeya de Al-Ándalus se dividía en reinos independientes (taifas), Balansiya emergió como uno de los importantes, de la mano de su rey Abd al-Aziz, durante el reinado del cual, según Sanchis Guarner, esta taifa conoció el periodo de mayor esplendor.
Abd al Aziz el más grande malik (rey) que tuvo la Valencia andalusí, que con tan sólo 15 años se convierte en el primer rey de la Taifa. Su largo periodo de reinado, de más de 40 años, llevará a la ciudad a uno de los momentos más gloriosos de la Valencia musulmana, que toma el nombre de la taifa.
Reunió en su corte a cuatro célebres secretarios a los que se llamó los «cuatro elementos»: Ibn Talut, Ibn Abbas, Ibn ‘Abd al-Aziz, que fue llamado Ibn Rawbas, e Ibn al-Takuruni. El último era el encargado de redactar las cartas oficiales del emir, ascendió al visirato y adquirió enormes riquezas.
Las crónicas árabes de la época retratan a los musulmanes valencianos como personas de: elegante aspecto y gente rica, que disponía en sus casas de todos los enseres de lujo y de placer, y adquirían cualquier novedad exótica que apareciera (Sanchis Guarner).
Lo que más parece haber llamado la atención de los contemporáneos era el extraordinario afán de construcción de moradas espléndidas, palacios y jardines suntuosos que caracterizó ese momento de la historia urbana de Valencia. Los príncipes y los que participaban en su poder: secretarios, visires y oficiales, rivalizaban en esto. La consecuencia más evidente de este cambio fue sin duda una expansión espacial rapidísima.
La mayor gloria del joven ‘Abd al-Aiz como rey constructor fue por la construcción de las murallas de Balansiya y la construcción de su suntuosa almunia con palacios, salones, jardines, cursos de agua artificiales y estanques, de gran lujo inspirado en modelos orientales según costumbre de los soberanos musulmanes como un lugar de recreo fuera de la ciudad. Fue descrita y elogiada por los literatos y poetas que tuvieron la ocasión de visitarla.
El gran arabista Henri Pérès en su libro Esplendor de al-Andalus, nos habla de la belleza y grandiosidad del palacio, lo muestra como una Alhambra primigenia del siglo X «comprendía un gran jardín plantado de árboles frutales y flores y un río que lo atravesaba, y en el centro se encontraba el palacio, con pabellones ricamente decorados, que se abrían al jardín».
Aunque hasta hace unos años los historiadores creían que era la almunia ubicada en la margen izquierda del río Guadalaviar, próximo al arrabal andalusí de la Vilanova, atravesando un puente formado por barcas, antecesor del de la Trinidad, siglos después, actualmente, los historiadores medievalistas del Grupo Harca: (Frederic Aparisi, Vicent Baydal y Ferran Esquilache), consideran que esa almunia era el real de sayyid Abu Zayd.
Vicent Baydal explica en «Velluters, mil años de historia» (2019): «la almunia de Abd al Aziz se encontraba al oeste de la ciudad, porque según narraba el poeta Abd al Jabbar un emir depuesto de Murcia refugiado en Valencia muchas veces acompañaba al gobernante de Balansiya en la su almunia saliendo por la misma puerta de al-Hanax e, igualmente, la Estoria de España indica que, cuando a finales de la centuria el Cid y sus huestes ocuparon aquella almunia (la «huerta de Abenabdalhazis«), había un arrabal al lado, que debía ser el arrabal de Rajosa».
El poeta Ibn Khaqan explicaba también que el jardín de la almunia estaba atravesado por un arroyo que brillaba como una espada y se movía como una serpiente, una indicación que podría hacer referencia al gran brazo de la acequia de Rovella que bajaba por el que actualmente es la calle Santa Teresa y que, además, fue construida por el mismo poder estatal andalusí.
En su centro había un pabellón, cuyas puertas se abrían sobre un jardín que atravesaba un arroyo (Pérès 1983: 100).
El día de la inauguración, dice Pérès, Abd al-Aziz dio una fiesta “que reunió a la flor y nata del reino; cien pajes servían las vituallas y el vino; el príncipe distribuyó ese día veinte mil presentes y donó en feudo propiedades importantes”… el poeta Ibn-Haqam, que estuvo en su inauguración, escribió un poema que decía:
“Cuando llegué a la almunia,
la vistió de mañana con sus galas,
y en su centro se disponía un pabellón que
abría sus puertas sobre le jardín,
por el que cruzaba un arroyuelo que
parecía una espada desnuda refulgente
o una serpiente que se deslizara,
y en sus orillas había árboles y
el pabellón parecía la perla de una recién casada.”
El palacio y su jardín fueron escenario de muchas fiestas protagonizadas por el rey Abd-Al-Aziz, sus sucesores y personajes ilustres de la época: «La huerta del rey era muy amplia, estaba sembrada de frutos y había acequias y estanques», describió en 1494 el viajero Münzer.
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